viernes, 31 de enero de 2014

Méliès, McKee y el Pong. Parte 1.

La fábrica de los sueños.




¿Buscaba Méliès hacer dinero con Le Voyage dans la Lune?



A una semana con dos entradas le siguió otra huérfana. De esta semana no podía pasar.

Lo que empiezo hoy es una disección en tres entregas de mis reflexiones y visión personal de lo que hoy día se tiende a (mal)llamar “La Industria del Cine”.

Puede parecer pretencioso por mi parte opinar sobre este tema cuando no llevo ni cuatro años viendo cine “en condisiones”. Con ojo crítico, analítico, pero entregado a pecho descubierto a todas y cada una de las balas que, hechas con una precisa aleación de arte y técnica, le caben en el cargador a los grandísimos autores que con el tiempo he ido descubriendo. Unos tiran con carabina, más a lo Vasili Záitsev, impactos certeros al alma, con pausa para cargar, meter una nueva bala, crearnos tensión y... ¡BAM! dispararnos de nuevo. Otros, por el contrario, son más de ametralladora, más Rambo, lanzándonos pequeñas píldoras de auténtico arte durante hora y pico sin tiempo siquiera para respirar.

Sí, llevo poco tiempo viendo cine. Pero todas las artes, al margen de la técnica, tratan básicamente de lo mismo, y la literatura y la música llevan unos cuantos años ya llevándome de la mano al cole. Tantos, tantos años, que al final el niño conoció a una muchacha y de ella se enamoró.

Por eso mismo me asustan las noticias apocalípticas, los complejos de Nosferatu, las convocatorias de opositores a plaza fija en el Arca de Noé y los discursos de Directores de Academias de Cine, Naftalina y Alcanfor cuando hablan de mi pequeña, la niña mimada, la última en llegar a casa. El séptimo arte. O debería decir LA INDUSTRIA del séptimo arte, pues es así como ellos la ven, como una industria. Como un “sector” económico de esos que estudiábamos en Sociales. Y claro, cuando vienen vacas flacas, se nos atragantan las gambas y el champagne.

De forma análoga al título de ese gran relato corto de Philip K. Dick llamado “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, me surge a veces la pregunta: ¿sueñan los cienastas en plano secuencia?

Con el tiempo he descubierto que (gracias a dios...) sí, hay muchos cineastas que sueñan en plano secuencia. Algunos, los primeros, lo hacían siempre con la imagen fija. Cuando despertaban, montaban ese bellísimo artilugio que todos amamos, la cámara, sobre una estructura fija apuntando a un lugar. Luego construían aquello que recordaban de su sueño, paisajes en lienzo, nubes de cartón, un palacio,... y le pedían a una serie de amigos y conocidos que hiciesen un poco de teatro, pero sin hablar. Que discutiesen moviendo los brazos como locos. Que se estrangulasen efusivamente. Que se besaran. Que volasen a la Luna.

El desarrollo tecnológico permitió a los cineastas soñar con más recursos. Despertaban con ideas imposibles en la cabeza, pero siempre había alguien dispuesto a intentarlo. Algún truco, alguna trampa visual, como fuese. Tenía que hacerse. Tenía que rodarse y proyectarse. Porque todos sabemos que los sueños, cuando pasan las horas... ¡se nos olvidan!

Y entonces llegó el sonido y lo cambió todo. El cineasta mudo, que soñaba en planos secuencia, se encontró con la necesidad de que alguien le escribiese los diálogos. Ya no todo era imagen. El mundo del teatro tenía la respuesta y atraer a los dramaturgos no costó mucho. Hollywood llevaba tiempo funcionando como una máquina engrasada, un conjunto de estudios que hicieron rentables las inversiones cinematográficas. Ahí nació el guionista.

No deja de resultar curioso que Hollywood, paradigma de esta industria cinematográfica que hoy día conocemos, tuviese un nacimiento tan indie. A los que no conozcan la historia les sorprenderá saber que los estudios de cine plantaron el huevo en ese pequeño distrito de Los Ángeles, literalmente, huyendo de la costa este. No quiero aburrir con algo que podéis leer en la Wikipedia. En esencia, los productores independientes se marcharon a la costa oeste, a un pequeño poblado llamado Hollywood donde encontraron muchas horas de sol para grabar, muchos kilómetros de distancia entre ellos y el control de Edison y sus patentes y pocos kilómetros con la frontera mexicana. Tú sabe, en caso de que infringir esas patentes tuviese consecuencias...

Pues sí, alternativo es poco. Al margen de la ley. Así nació la Meca del Cine. Y todo les fue de perlas hasta que la televisión lo estropeó. Ofrecía “lo mismo”, pero en casa y gratis. La reacción de Hollywood fue la semilla de lo que hoy llamamos “cine comercial”: producciones épicas, ostentosas, grandilocuentes. Billetes, billetes y más billetes. ¿Arte? Sí, bueno. Algo de eso haremos, también; cuando el jefe del estudio pague la hipoteca de la mansión.

Pero Europa no tenía crisis que superar, por tanto no necesitaba ese tipo de producciones (tampoco había dineros, pa qué mentir...). Las vanguardias artísticas previas a la Segunda Guerra Mundial motivaron el nacimiento de nuevas corrientes. Nació en Francia Cahiers du Cinéma. El Viejo Continente respiraba arte con la tranquilidad de haberse liberado del fascismo.

Claro que la avaricia humana no entiende de barcos. Si Hollywood hacía millones, ¿por qué nosotros no?. Europa, poquito a poco, se fue contagiando con todos los males del cine de productor, enfrentándolo al cine de autor en una estúpida guerra en la que, al final, el que maneja billetes sale ganando.

He podido ver con mis propios ojos el efecto del dinero en el arte. Lo vi en unas jornadas con gente del mundo del guión. Me sorprendió, pasados los meses, que algunos de aquellos profesionales que había conocido jamás hablaban de cine. Los escuchaba hablar de marketing cinematográfico, de financiación, de subvenciones, de cifras en taquilla,... y claro, cuando todo eso falla, no queda guita pa gambas y champagne. Mierda. Se nos jodió el invento. El cine está en crisis. El cine se muere.

Abría esta entrada con una pregunta y un vídeo. ¿Buscaba Méliès hacer dinero con Le Voyage dans la Lune (“El viaje a la Luna”, Georges Méliès, 1902)?

La respuesta es: NO. Pero Méliès no es más que un ejemplo. Las principales (por no decir TODAS) corrientes cinematográficas surgidas desde el nacimiento de mi niña chica ocurrieron en la época previa a la crisis de Hollywood. Impresionismo, surrealismo, expresionismo alemán, cine ojo, cinéma pur, realismo francés, neorrealismo italiano, cinéma verité, nouvelle vague,...

Tan solo algunas corrientes como la neuer deutscher Film alemana, el posmodernismo o el Dogma 95 son posteriores a aquella gran crisis, y su motivación es una clara confrontación con esa industria clásica que, ya en los 70, para algunos estaba obsoleta (para el presi de nuestra Academia, todavía es un modelo adecuado).

No quiero dejar conclusiones. Creo que lo mejor es que cada uno se cree las suyas propias. Solamente os pido que, antes de sacar dichas conclusiones, le deis al play en el vídeo de youtube del inicio, os trasladéis a 1902 y disfrutéis del “Viaje a la Luna” según Saint Méliès.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Leyendote me he ido como tú bien nos indicas ir a Wikipedia, solo que en vez de irme a leer la historia de Hollywood, me he ido a leer todo lo que rodeó a George Melies cuando acabó de hacer esta película. mi opinión ya era que Melies si hizo esta película por dinero, pero la veo reforzada al leer este fragmento de su historia:

Many circumstances surrounding the film—including its unusual budget, length, and production time, as well as its similarities to the 1901 New York attraction—indicate that Méliès was especially keen to release the film in the United States. However, because of rampant film piracy, Méliès never received most of the profits of the popular film. One account reports that Méliès sold a print of the film to the Paris photographer Charles Gerschel for use in an Algiers theatre, under strict stipulation that the print only be shown in Algeria. However, Gerschel sold the print, and various other Méliès films, to the Edison Manufacturing Company employee Alfred C. Abadie, who sent them directly to Edison's laboratories to be illegally duplicated and sold by Vitagraph. Copies of the print spread to other firms, and by 1904 Siegmund Lubin, the Selig Polyscope Company, and Edison were all redistributing it illegally. Edison's print of the film was even offered in a hand-colored version available at a higher price, just as Méliès had done. Because these American copies were illegal, Méliès was often uncredited altogether; for the first six months of the film's distribution, the only American exhibitor to credit Méliès in advertisements for the film was Thomas Lincoln Tally, who chose the film as the inaugural presentation of his Electric Theater.
In order to combat the problem of film piracy that became clear during the release of A Trip to the Moon, Méliès opened an American branch of the Star Film Company, directed by his brother Gaston Méliès, in New York in 1903. The office was designed to sell Méliès's films directly and to protect them by registering them under United States copyright; in addition, various trade arrangements were made with other film companies, including American Mutoscope and Biograph, the Warwick Trading Company, the Charles Urban Trading Co., Robert W. Paul's studio, and Gaumont. In these negotiations, a print sale price of US$0.15 per foot was standardized across the American market, which proved useful to Méliès; however, later price standardizations by the Motion Picture Patents Company in 1908 would hasten Méliès's financial ruin, as his films were impractically expensive under the new standards. In addition, in the years following 1908 his films suffered from the fashions of the time, as the fanciful magic films he made were no longer in vogue.


Para mi este fragmento deja de manifiesto que este hombre, como es lógico y normal en cualquier persona que estime su propio trabajo como un trabajo bien hecho, donde ha puesto mucho dinero y invertido 3 meses de su vida, quería sacarle un jugoso beneficio a esta película, al igual que al resto de los 560 películas que grabó.

Edén dijo...

Gracias ante todo por leer y escribir, Enrique.

Como ya te he comentado por whatsapp, hay un error en tu punto de partida: yo nunca he dicho que ni Méliès ni nadie quisieran hacer cine sin ver un duro. Yo no he dicho que quisieran hacer cine gastando tiempo y dinero en ello sin recuperar la inversión y hacer dinero. Por supuesto, todo el mundo necesita dinero.

Pero una cosa es que quisiera recuperar su inversión y sacarle dinero a su obra, y otra muy distinta es que se metiera en el fregao con la única intención de hacer dinero.

¿Recuerdas esa discusión con Vic donde ella aseguraba que lo más importante era llegar a lo máximo en tu trabajo? luego, sin embargo, le preguntamos qué haría si tuviese dinero infinito y nos dijo que no trabajaría, sino que viajaría. Por tanto, su motivación para trabajar era ganar dinero.

Por el contrario, a un artista le das todo el dinero del mundo y jamás dejaría de hacer arte. Al contrario, haría más por tener más recursos. Por tanto, su motivación para hacer arte no es hacer dinero.

A eso iba. Lo siento si no se me ha entendido bien, terminé de escribir a las 2:00 de la mañana y tú sabe... ¡nadie es perfecto!