martes, 10 de mayo de 2005

Un tigre de ojos verdes

30 de Septiembre, 31 si existe, o 1 de Octubre, no se sabe...

El joven tigre comenzaba una nueva etapa en su vida. Todo era nuevo, todo cambiaba, el paisaje, el entorno, la fauna,... todo. Sus ojos verdes claros observaban todo con abrumadora parsimonia, todo era nuevo, la realidad ante si casi le superaba... pero iba con ganas, con ganas de empezar esa nueva etapa. Al fin y al cabo, de qué esta hecha la vida si no es de etapas y etapas. Una muy buena acababa, otra nueva empezaba. Lo peor, sin duda, la marcha de muchos amigos y amigas. El joven tigre se quedaba un poco sólo, pero no era la primera vez. Ya había marcado su territorio en varios sitios. Todo era, como siempre, adaptarse. Todo era, como siempre, nuevo... todo nuevo.

El primer día, el joven tigre tuvo que madrugar, aunque no le sirvió de nada: no tenía por qué haber ido. Pero allí conoció a un pájaro, un grandísimo pájaro que, con el tiempo, le enseñaría valores que nuestro amigo el tigre no conocía. Formas de pensar y de vivir. Formas de sentir. El pájaro tenía el mismo nombre que un famoso conquistador del mundo antiguo al que apodaron “Magno”... pero ahora no recuerdo su nombre. En definitiva, el pájaro hizo honor a su nombre día a día, mes a mes. Con cada palabra, cada gesto, cada silencio oportuno. Cada saber decir las cosas, cada saber callarlas. El pájaro, sin saberlo, le estaba enseñando a volar a un joven tigre que no tenía alas. Ese pájaro, gracias a dios, aún sigue ahí, dándole un empujón a nuestro tigre cuando lo necesita. Y, lo mejor de todo, es que no tiene que pedírselo: el pájaro se da cuenta de que le necesita.

Pero no todo fueron pájaros en esta nueva etapa. También hubo depredadores, y algún que otro animal de cierta especie desconocida, que no supo apreciar a nuestro tigre. El joven felino lo pasó mal, y sus ojos, día a día, iban oscureciéndose. Durante bastante tiempo, el tigre pasó desapercibido al resto de la manada. “Ya no es el de antes...” decían algunos. No sabía qué hacer, qué pensar, o qué decir. Seguía la rutina de cada día como si de una hormiguita trabajadora se tratase, sus ojos se oscurecían, más y más... la claridad del verde iba dando paso a un color inexacto, inconcreto, verde oscuro, muy oscuro. Y nada parecía cambiar, todos los demás animales vivían su vida alegremente, se lo pasaban bien, incluso salían a jugar los viernes tras el anochecer. Allí disfrutaban de la noche, de la amistad, del ambiente de la ciudad en la que vivían. Y nuestro tigre se quedaba en su oscura madriguera. Su alma, poco a poco, se empequeñecía. Su carisma, día a día, iba decreciendo. Sus ganas de vivir, segundo a segundo, desaparecían...

Pero este tigre y las aves tenían cierta relación extraña. Al principio, un pájaro le enseñó a vivir. En el peor momento de su vida, una paloma apareció y le sacó del abismo. Pocos en la manada (si no ninguno) sabían lo que esa paloma había hecho por el tigre. Sin comerlo ni beberlo, le había devuelto la vida. Día a día, minuto a minuto, segundo a segundo, el tigre crecía, recuperaba su carisma, sus ganas de vivir, su aliento, su alegría, su alma... y todo por culpa de una paloma. Una paloma blanca, brillante, sincera. Una paloma preciosa, enérgica, incluso peligrosa, compleja, con miles de entresijos en su mente y su alma. Oscura y, sin embargo, con su luz iluminó al tigre. Le mostró un camino diferente, una opción. Quizás no era tan mala, quizás podría sacrificar algún capricho a cambio de ver, de sentir, de vivir... la música volvió a surgir en el tigre, le volvió la inspiración.

En definitiva, que el pájaro le enseñó a vivir, y la paloma le ayudó a hacerlo. Y todo por que, un día, la paloma miró a los ojos al tigre y los vio verdes, y le gustaron.

Gracias, paloma.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya te lo dije anoche pero es que... es tan bonito... nunca un texto me había hecho llorar tanto a la vez que reía.

...Lo que el tigre no sabía es que sus verdes ojos iluminaban el camino de la paloma y lo llenaba de comprensión, de ánimo y de esperanza... ^^

Bechitoooooooooooos!!!!

Edén dijo...

Parece ser que el tigre había bebido demasiada cerveza... pero eso es lo que sentía en ese momento. Sin duda, fue sincero. Siempre es sincero. No le importan las consecuencias.

Lo malo es que luego las sufre él. Aaains, pobre tigre, que se lleva todos los palos...