miércoles, 4 de mayo de 2005

La alegoría del chaparrón

“Ya entiendo por qué la gente mea en la calle...”. La frase le pertenece a una señora de unos 45 – 48 años, tras ver en el Burger King el cartel de “Servicios cerrados por reformas”. “Claro, claro...” decía.

Situación: Puerta Real, 23:40 de la noche, martes 3 de mayo de 2005. Me había despedido de mis compañeros de clase, pero luego me había arrepentido y volví a Puerta Real a esperarlos. Pero no volvieron, jejeje... Aunque debí imaginarlo: como dijo una vez Juan Carlos Aragón en boca de sus Flamenquitos Apaleaos, “la fiesta estaba tan muerta, que hasta Quiñones le hubiera hecho un pasodoble a la fiesta...” lo que viene significando que la fiesta llevaba varias horas muerta.

A lo que iba. La señora esta pasaba por Puerta Real, y yo esperaba sentado. Cuando dijo la célebre frase, me quedé pensativo. Y es que es verdad: en fiesta, meamos donde nos da la gana. Pero coñe, si no hay WC’s, tendremos que buscarnos otros sitios. Y claro, así huele luego la calle...

Pues la cuestión es que, precisamente buscando un sitio donde mear, el lunes me pasó algo muy interesante. Digamos, en resumen, que yo vi un lago, me tiré de cabeza, y resultó ser un pantano. Me tocó, como otras tantas veces, comer arena. Y es el punto de no retorno del ser humano, cuando se pregunta si merece la pena, cuando duda entre luchar, o no luchar. ¿Por qué?, ¿para quién?, ¿hasta cuándo?... no sé, simplemente luchar. Generalmente, nuestro espíritu ambicioso y orgulloso nos obliga a luchar. Otras veces, no, y es cuando entramos en la fase de la “alegoría del chaparrón” (no penséis en Platón, esta es mía).

La alegoría del chaparrón se basa en la tenacidad del ser humano, en esa manía de tropezar mil quinientas veces con la misma piedra. Yo ya he tropezado 4 o 5 veces, y las que me quedan. El caso es que, por lo que sea, y aún sabiendo que no vamos a ser capaces de aguantar el chaparrón, nos metemos debajo. Estas tan tranquilo en tu casa, ves las nubes oscuras, sabes que no vas a poder con ello, pero sales a la calle. Una vez fuera, piensas que a lo mejor no te va a pasar, que a lo mejor no llueve. Pero siempre llueve. A la larga, siempre llueve. La alegría decae conforme se acerca la lluvia, y entonces te cae la primera gota... plas, y se te estremece el cuerpo. Luego dos o tres gotas más, plas, plas, plas, empiezas a encogerte. Y luego descarga el chaparrón.

La verdad es que la expresión de “no aguantar el chaparrón” no pega mucho, porque lo que es aguantarlo sí que lo aguantas. Aguantas todo lo que te echen. El problema es después, cuando estas calado hasta los huesos. Entonces ya no sabes qué hacer. Si antes tenías la duda, ya no la tienes. Pase lo que pase, tú estás mojado y la lluvia te ha vuelto a vencer. Por enésima vez, has vuelto a tropezar con la misma piedra. Pero no pasa nada, la vida sigue, y volverás a tropezar, ¿a que si?. Ése, colegas, es el punto de no retorno. Es el punto en el que te encuentras al borde del abismo, sin saber bien qué hacer. Puedes saltar, o no. Te puedes volver, o quedarte. Después del chaparrón, das un paso atrás y pones un metro de terreno entre tú y el abismo. Ahí, en esa situación, ya no piensas, actúas casi por instinto. Eso de sacar pecho, apretar los puños, levantar la cabeza y ponerte el machete entre los dientes, ya no sale rentable. Giras la pierna izquierda sobre la derecha, te das la vuelta, dándole la espalda al abismo. Agachas la cabeza, encoges los hombros, y te metes el rabo entre las piernas. Es ahí, en ese momento, donde termina la duda. Donde ya has decidido qué vas a hacer: si luchar, o no luchar. Obviamente, decides lo segundo. Y sólo una persona, en toda esta historia, puede hacerte cambiar de opinión. Esa persona, en cada historia, es diferente. Y esa es la gracia de las historias. Al fin y al cabo, puedes ir solo a mear, o ir con alguien. Si vas solo, mearás donde te de la gana. Pero si vas con alguien, decidiréis juntos donde mear. El paralelismo es bastante asqueroso, pero es el fiel reflejo de la vida. Si no tienes suerte, sólo te queda buscarte la esquina más cercana y mear allí. Y así huelen luego las calles, jejeje.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso... me encanta como escribes, te he añadido a favoritos así que, me pasaré por aquí jeje, muaz

Edén dijo...

^^ gracias ;)
En realidad, no tiene mérito. Tenía motivos para escribirlo, y la inspiración necesaria, ¿verdad?

jeje, SaLu2

aneroner dijo...

mola, escribes bien tio.. mi estilo de escritutra es bien diferente..mas a lo perez-reverte, ironico a muerte y no dejando titere con cabeza XD