viernes, 8 de enero de 2010

Carlos Cano

Entrevistador.- "Esta semana se han cumplido 25 años de muchas cosas. ¿Le gusta la Andalucía de hoy?"
Carlos Cano.- "A mí, lo que me gusta cada vez menos es el tipo de seres humanos que está dando esta sociedad. Hay más cosas, pero hay menos carácter y menos esencia. La utopía ha desaparecido como elemento de búsqueda y eso trae infelicidad. A mí no me gusta esta tierra ahora, donde la gente está, estamos, en un proceso de deterioro. Es un problema del mundo, no de Andalucía."
E.- "Y, en ese paisaje que pinta, ¿qué vale la pena?"
CC.- "Vale la pena seguir vivo, seguir luchando, aunque sea por uno mismo.

Yo me moriré vivo.
"

Este era Carlos Cano.

Hoy no voy a escribir ninguna biografía porque hay cientos por la red. Hoy voy a acercaros la figura de un hombre excepcional que parió nuestra tierra. Y, como de costumbre, no se le supo agradecer en su momento.

Me resulta indignante que los que más mostraran su cariño al coplero del pueblo andaluz fuesen los gaditanos. Es en cierto modo comprensible, ya que ellos tienen en los tanguillos y las coplas carnavaleras una constante social; pero no hay excusa. En Granada hemos sido siempre unos catetos y lo seguiremos siendo por mucho tiempo. Por eso no es de extrañar que los documentos que voy a exponer hoy vengan de dos gaditanos: Antonio Burgos y Antonio Martínez Ares.




Mi Carlos Cano, por Antonio Burgos

Por el río te fuiste, te fuiste por la sombra a la Caleta inmensa del color de la muerte, que se ha vuelto de plata de los duros antiguos. Llevadme a la Caleta, muchas veces dijiste. Y a estas piedras te traigo, memoria de mi pueblo, garganta de sus voces, corazón de sus hambres, ilusión de sus ojos, espejo de sus cielos, estribillo del alma, Carlos Cano Fernández, andaluz de una copla donde cabe la vida, donde cabe la muerte que proclama este viento de amores de utopía, donde cantan tu fado de raya portuguesa las marías viñeras del tango de la plaza y en el aire ya vemos aquella blanca y verde que nos quitó las penas, a duras penas siempre.

Me han dicho tus gaviotas de Alameda y de faro que el alba de este día tan triste de diciembre alumbró en los aguajes la alegría más triste, tiriritrán decían por Granada las nieves, tiritando de penas de estación de emigrante, la maleta que atabas con cuerdas de guitarra y el nombre que llevabas escrito en la libreta, Düsseldorf, Salustiano, el sol sólo nos queda, la luz que nos recuerda que La Habana está cerca, que el Malecón se llama como lo bautizaste, negritos con salero y son negras las teclas de un piano en Sevilla donde novias antiguas le escriben a embarcados las cartas que no llegan, que el bergantín naufraga con la luz de este día.

Mira, Carlos, las piedras, tus piedras caleteras. Sus nombres te sabías traspasando esta puerta, donde los marineros, en recacha del viento, a este azul hoy tan triste le llaman el celaje. Las piedras caleteras donde ahora te traigo me recuerdan tu vida, tu ilusión, tus poemas. Llegaste aquella tarde, autobús de La Alsina, la guitarra en la funda de cuadros escoceses, tu voz de libertades diciendo que a la calle, a proclamar la honra de sentir esta tierra y aventar abejorros, qué horror de clase media. Y las placas antiguas que tu madre escuchaba en radios de cretona, tricolor Chiclanera, y buscar las raíces en donde nada engaña, en la vida, que es pozo que llena muchos versos. Y La Habana tan cerca, no salsa, zarzamora. De allí llega este barco cargado de habaneras y Pericón tomando café de pucherete y un coro ya en la plaza proclamando la vida, no es canción, que es la copla, pues te sale del alma.

María es portuguesa, su dolor es de todos. Mari Cruz, maravilla, ha callado la fuente. Rocío no florece capullitos de patios. La dignidad que tienen para siempre las coplas se la dio con su temple de hombre de Granada este andaluz entero, corazón de su tiempo, el de pelos rizados, de camisa y guitarra, de escenario y proclama, de niño saharaui, de cubanito nuevo, del hijo al que enseñabas a andar por estas calles de cierros y azoteas, a ver venir los barcos en estos miradores, capitán imposible de goletas de sueños. Hoy Cádiz más que nunca se llama Carlos Cano.


Me ha contado la Alhambra, por Antonio Martínez Ares.




Me ha contado la Alhambra
que se ha ido pa siempre
envuelto en su bandera,
verde y blanca, blanca y verde.

Me cuentan que Platero
por su culpa se ha vuelto medio loco
y que las mojarritas
visten luto riguroso.

Que en la alacena de las monjas
se pudren los dulces de toronja
y los pasteles de leche frita.

Que por la muerte de un hermano
lloran los moros por un cristiano
de la Alcazaba a la Mezquita.

Que el viento entona un Padrenuestro
de Gibralfaro a Despeñaperros.

Que los campos de Jaen
solo saben rezar por él
cuando caen las aceitunas.

Que al otro lado del mar
cantan tangos de carnaval
los gaditanos de Cuba.

Que en Nueva York, rascando el cielo,
una habanera se clava.
Que, al fin y al cabo, ese pueblo
es provincia de Granada.

Que su copla viva está
recordando a la humanidad
la voz de los currelantes,
que está a la verita de Dios

componiendo melodías.
Se paró su corazón
y al mismo tiempo se paró
el de toda Andalucía.



Saludos desde Alemania; andaluces, más copleros que nunca.



2 comentarios:

David dijo...

Es un placer disfrutar de la poesía y por eso me encanta leer a varios poetas. En mi Alquiler Temporario Argentina tengo una buena colección de libros de poesía que fui comprando en todos mis viajes y espero poder seguir consiguiendo nuevos ejemplares

Unknown dijo...

Gracias por darme más de ese Carlos Cano que me hizo sentir andaluz, nacido en américa, que más que lazos de sangre tengo lazos de nostalgia con esa tierra.