jueves, 14 de abril de 2005

Día cualquiera, mes cualquiera, cualquier año.

Fecha: Día cualquiera, mes cualquiera, cualquier año.
Lugar: Cafetería de la ETSII.

15:42... La mañana ha sido fea de cojones, con unas prácticas asesinas de ánimos y un almuerzo sólo, en el coche, con un trozo de pizza reseco de los “6 duros” y una botella de “Radical”. Qué le vamos a hacer, la gente hoy no comía fuera. Ahora llego a la cafetería de la ETS, entro como ausente, miro a izquierda y al frente, y finalmente me decido por irme a la derecha, al fondo. “Puestos a estar solos, mejor me aíslo y escribo algo...” pienso para mi. Y en esas estoy. Me siento, suelto la mochila en una silla, saco un folio doblado por la mitad a medio escribir, y también el boli “bic” azul de escribir canciones, si, si, ese, el del capuchón roído. El camarero me llama para avisarme de que ya tengo el café con leche y con hielo en vaso largo (manías que tiene uno), y me preparo para escribir... aunque no sé de qué.

15:48, con la tontería se me pasan los minutos y no escribo. Uno de los camareros está almorzando a mi izquierda, y me mira como sorprendido. Parece que no es normal que haya gente sola en la cafetería. Me fijo en los demás, y veo a grupos de estudiantes (informáticos, seguro, que son los reyes del edificio) gritando y pasándoselo de puta madre. Eso debería de estar haciendo yo, jeje, pero no, estoy intentando escribir algo. Aunque aún no me sale nada. Oh, espera. Me inclino sobre la mesa y escribo un par de líneas. Ey, esto tiene buena pinta. O no... bueno, la guitarra dirá. Ahora me fijo en más gente. Un chaval árabe está acabando de comer, y mira fijamente su comida. Más allá, un informático con el pelo largo teclea como poseído por el demonio en su portátil.

15:52, ya van unas cuantas líneas, puede que esta canción quede bien. Pero aun quedando bien... ¿para qué escribo?. Curioso, nunca me lo había planteado. Puede que sea porque me da la gana, porque me lo pide el cuerpo, porque para vivir mejor necesito soltar en un papel lo que no suelto por la boca. Puede que sea eso, porque estas canciones se quedan aquí, y a pocos les interesan.

15:53, el camarero sigue mirándome extrañado, y me doy cuenta de lo que pasa: parece ser que lo extraño no es estar sólo. Si estas sólo pero tienes un portátil, no pasa nada. Si estas solo pero tienes libros y apuntes sobre la mesa, tampoco pasa nada. Es más, si estas solo pero miras fijamente el plato dónde antes había comida, no pasa absolutamente nada. Lo extraño es estar sólo, con un boli “bic” azul con el capuchón roído y una hoja sobre la mesa, mirando a los demás y escribiendo de vez en cuando. Eso es lo extraño.

15:54, el hielo del café es ahora mucho más pequeño que al principio, así que me bebo todo del tirón. De paso, escribo lo último que se me pasa por la cabeza, y tranquilamente, con la parsimonia de un camaleón, guardo la hoja en la carpeta, y esta a su vez en la mochila. Después, el boli regresa a su bolsillo, al mismo tiempo que el camarero regresa al trabajo para seguir con su obligación. El árabe se fue hace un rato, y la gente va recogiendo sus cosas. No es que se tarden 5 minutos en llegar a clase, pero por lo que sea, todo el mundo sale 5 minutos antes.

15:55, tiro pa clase. Me esperan cuatro horas de asignaturas que odio o me aburren, y me pregunto... ¿Qué coño hago yo aquí...?

15:59, la gente me grita ¡¡¡Melendi!!! o ¡¡¡Campeón!!!, algún colega me da un golpetazo en la espalda ¡Qué pasa, pelúo!, y abajo me han guardado sitio para poder aburrirme en primera fila. Entonces es cuando me digo... “Bueno, visto así, tampoco se está tan mal aquí, ¿no?”.

16:00, comienza el suplicio...

Día cualquiera, mes cualquiera, cualquier año.

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